Segunda parte de ésto que encontré la otra noche...

Salgo a la calle. Está oscuro. Siempre lo está cuando salgo a la calle. Entonces camino hasta que el sol me atrapa y me recuerda que debo dormir, aunque sea un par de horas, aunque sea de mala gana, aunque sea mi propio cansancio el que no me deje dormir. Buscó en la noche aquello que falta aquello que me inspira, aquello que me evoca a vidas que no he tenido, pero que sé, puedo inventar y reinventar a mi antojo. Una mujer parada en una esquina ya no es una puta, a estas horas vuelve a ser mujer, vuelve a ser mi amiga y vuelve a creer que será la heroína de mi novela. La tomó y me deja, no soy para eso, debo buscar algo mejor, soy inteligente, soy caballerito, por qué busco putas si no soy para eso, a las putas no se les conversa cabrón, a las putas se las toma, se les paga y se les deja trabajar tranquilas, el resto es de poco hombres. Me marcho vuelvo a casa, otro rechazo.

Salgo a la calle. Busco a la madre que amarra a su hijo mayor, mientras prostituye a su hija menor. La busco en su morbidez, la encuentro en su analfabetismo y entonces me intento tranquilizar pensando en que ella no conoce otra realidad, entonces comprendo que mis niños deberán sufrir nuevas vidas antes de conocer la felicidad, por ahora la mierda y el abandono serán su compañía, de vez en cuando un poco de leche, un poco de galletas, cariños, palabras de aliento y un apurado adiós lleno de ilusiones que nunca son sinceras, no por nosotros, sí por la vida. Algunos tenemos suerte otros no, algunos nos damos cuenta que tenemos esa suerte, la mayoría no y es esa mayoría la que tiene a mis niños en compañía de una cuerda, de un facilitador, del hambre y de su mierda. Pero siempre están ellos y sus Salas, ellos me mantienen con ánimo, ellos también tienen hambre y mucho más frío, pero luchan, ahorran y se ayudan. Ellos me mantienen con ánimo y a la vez me atormentan con su humildad, ellos no toman de más, ellos no piden, sólo quieren otro espacio, agua limpia de la llave para tomar, para lavarse los dientes, la cara, el pelo, el poto, para cocinar, para que no los molesten en la escuela, piso de cemento, para que no esté todo lleno de tierra todo el día, para que no se tenga que mojar el piso, porque después en la noche se pone muy helado y la chicoca se resfría de nuevo, el agua sí... lo más importante es el agua así uno puede andar limpiecito, se consigue una pega mejor, se compra más comida y así no se pierde tanto perro.

Vuelvo a la casa. Intento dormir, pero la comodidad de mi cama no me deja, las plumas de mi almohada se incrustan en mi cabeza como en el cuento y tengo que despertar porque mi boca sigue seca, pero no me gusta el agua de la llave, tengo que tomar néctar, porque la bebida está en la otra pieza y me da frío y flojera caminar, aparte como estoy medio dormido puedo botar mis libros o mi música, puedo derramar el néctar y se mancha el terno de mañana, que cresta, me tomo el néctar, si se me acaba mañana compro otro, de todos modos siempre soy el único que toma de naranja, si los demás quieren que se tomen la bebida o los otros néctares que hay en el refrigerador de la cocina, la de piso de cemento, pero con cerámica…

No es cinismo. No hemos elegido la vida que tenemos. Abandonarlo todo por ayudar a los otros tampoco es la solución, ya muchos lo han intentado y la cosa sigue igual. Ahora el frente debe ser otro, desde arriba ayudar a los míos, ya estando arriba mis preocupaciones serán demasiadas, por lo que tendré que derivar mi fin en otros que no lo aprecian tanto, como yo que se los asigno…entonces todo seguirá igual y a mis cínicas palabras se las llevará el viento, el sol se encargará de la tinta y mi conciencia destruirá mi vejez…espero que aquellas Salas que forjaron mi optimismo prematuro no me abandonen y me mantengan despierto en aquello que importa y sepan cuando abofetearme para que vuelva en mi sano juicio...si alguna vez tuve tal cosa.